viernes, 13 de mayo de 2011

Peleas de gallos

A mediados del siglo pasado las peleas de gallos eran una de las actividades más concurridas y disfrutadas por los colombianos. En la actualidad la tradición se ha perdido y en Bogotá son pocos los sitios en donde se siguen realizando esta clase de eventos. Retrato de los que aún dan su vida por los gallos. 



El cronómetro del reloj cuadrado que colgado en la pared de la gallera San Miguel está en ceros y solo se espera la orden del juez para que comience el encuentro. La duración máxima de la pelea será de quince minutos si es que antes no hay un gallo vencedor. El perdedor será aquel que no pueda levantarse un minuto después de que caiga. Un tercer pito suena, éste es el decisivo, pues es el que le da inicio al enfrentamiento.

De una jaula roja y otra azul salen Veloz y Sucux. Al principio solamente se miran y poco a poco se acercan el uno al otro. Parece que se estuvieran estudiando, como lo hacen los boxeadores. Pasa un minuto y aún no se han dado el primer picotazo. El público comienza a impacientarse. Los madrazos y quejas se empiezan a escuchar. Cuando el reloj medio minuto más, Sucux, de color café y blanco, toma la iniciativa y de una sola embestida manda a su contendor al piso. Veloz, también café pero de una tonalidad mas oscura, se para de inmediato y responde con un picotazo que da en la cabeza de Sucux. “Ahora sí comenzó la pelea”, dice Sua al ver que ambos animales alargan sus cuellos intentando herirse. A la mitad del encuentro los dos gallos se dan un fuerte golpe en la cabeza que los envía a ambos de nuevo al piso. El porrazo fue tal que pasados treinta segundos, ninguno de los animales se ha parado. Sua está impaciente, mira hacia arriba y cierra los ojos, como pidiéndole al espíritu santo que ayude a parar a su gallo. Las súplicas parecen haber dado resultado y Sucux, a diez segundos de cumplirse el minuto, se pone de pie y se convierte en el vencedor del desafió.

viernes, 6 de mayo de 2011

El coleo..Faena llanera

Para hablar de sus orígenes podemos decir que la historia de los Toros Coleados se remonta, más o menos a la segunda mitad del siglo XVI, cuando llegan a nuestros llanos los primeros ejemplares de ganado, traídos por los españoles.
Podemos asegurar que el coleo nace como una faena del campo; en aquel entonces no habían empalizadas y el traslado del ganado había que hacerlo por trochas. El abastecimiento de nuestros mercados provenía de los Llanos y de Oriente, porque era precisamente allí donde se criaba al ganado, por lo que su traslado se hacía muy complicado y el reunirlo se dificultaba. Por lo tanto, quienes debían conducirlo se percataron que derribándolo, lo cansaban y luego con facilidad lo integraban al grupo.

Es así como se supone comenzaron las primeras coleadas en Colombia, pero existen otras teorías que señalan diversos orígenes de este deporte-fiesta tan popular en nuestro país.
La primera señala a la fiesta de Canas y Toros, muy popular en España por aquel entonces, como originaria del coleo. Esta fiesta consistía en dos tipos de competencias, la primera, corresponde a las Canas, era una especie de torneo de gladiadores a caballos armados de duras lanzas de madera y escudos de cuero, y la segunda, relativa a los toros, eran capeas de toreadores a pie o cabalgando con lanza y rejón. Esta fiesta se celebró por primera vez en Venezuela el día de San Sebastián, en la ciudad de Nirgua, durante la expedición de Don Diego de Lozada.
La segunda hipótesis señala a la muy antigua suerte del derribo, del acoso o del rejón campero, como origen del coleo. Esta suerte consiste en derribar una res a toda carrera, valiéndose el jinete de una vara o rejón apoyado del brazo para impulsar al nivel del cuadril, cerca de la cola un extremo de estos implementos, con el que hace fuerza y así derriba al animal hacia el lado contrario. Primitivamente se utilizó como un recurso del hombre para dominar al ganado salvaje y bravío. La originalidad de nuestros primeros mestizos, cambió el rejón traído por los españoles, por la mano y agarraron directamente la cola, como medio más funcional y práctico, y de innovación siempre presente en todo proceso de transculturización.
Entre estas dos hipótesis la segunda se hace más creíble por su procedencia de carácter rural, ya que la primera era una fiesta de gran gala y tronío, propia de la nobleza española de la época.




 

La mamona

La ‘mamona’ o carne a la llanera nació en los grandes recorridos que se hacían por las sabanas de los Llanos Orientales. Para alimentar a los vaqueros se escogía a los animales más pequeños que aún estaban mamando (de allí el nombre de mamona), o aquellos que habían sufrido algún accidente y ya eran inservibles.
El yopo es un árbol nativo de la Orinoquia colombiana. Se puede usar fácilmente, verde (recién cortado) o ya estando seco. Su característica es que no origina llama, la cual afecta el asado de la carne, sino que genera una brasa duradera que garantiza un asado en óptimas condiciones y dándole un sabor especial a la carne.